Carta de despedida

Este 2020 está siendo terrorífico. Cada día que pasa se va llevando algo de mí y me voy quedando vacía y llenándome de miedos. 


Hoy, el mismo virus no me deja estar con mi familia en un momento en el que se necesitan los abrazos, los besos, compartir el llanto y el dolor. Nos deja a cada uno de nosotros aislados en casa, con el alma rota, y sin poder recomponernos con esos abrazos y besos que curan.

Imagen tomada de Internet

Me acaba de venir el recuerdo de uno de los cumpleaños, no se si era de mi primo Abel o de Oscar, pero estábamos reunidos alrededor de una gran mesa en el salón. Llenaste las copas de los adultos y por primera vez me miraste y me preguntaste si quería brindar. Reíste y dijiste que aunque siempre que me mirabas me veías como aquella bebé en la fotografía, con gorrito incluido, ya había crecido y que podía brindar con vosotros. 

Tu me seguías viendo como un bebé pequeño, yo, si echo la vista atrás no puedo recordar ni un solo día sin ti, sin vosotros en mi vida. Tengo tantos recuerdos que ahora me vienen todos de golpe a la cabeza y no me dejan ni respirar.

Como cuando me colaste en el hospital para conocer a mi primo recién nacido. Creo que es el recuerdo más bonito que tengo de tan pequeña. 5 años tenía yo, ya ves, la edad de mi ratona ahora. 

Son muchos momentos: comidas, cenas, meriendas, fiestas, otros de llantos pero que siempre curabas. Porque sí, tu profesión era curar, pero lo extrapolabas también a tu día a día; tus palabras y acciones también curaban y conseguían calmarme a mí y a toda la familia. Siempre conseguías hacernos reír a carcajadas en las reuniones familiares. Eras optimista, alegre y buena persona. Junto con mi padre eráis zipi y zape. No recuerdo quien empezaba pero siempre había alguna travesura por medio. Mi madre y mi prima serán iguales, pero vosotros dos también formabais una buen tándem. 

Cada vez que mis padres decían que íbamos a vuestra casa yo brincaba de ilusión y de ganas. Era un premio estar allí con vosotros. Y cada vez que os necesitábamos, allí estabais vosotros dándonos apoyo.
Con 7 años recuerdo estar una noche en el piso alquilado. Mi padre debía estar malo, solo recuerdo que tenía fiebre muy alta, no sé poner en pie nada más, y que mi madre estaba preocupada. Pues te faltó tiempo para llegar con tu maletín y calmarnos a todos.

Me gustaba escuchar tus reflexiones y opiniones, porque ayudabas de alguna maneras siempre a abrir mi mente hacia otras direcciones. Quizás no estuviera de acuerdo, pero siempre me dabas otro punto de vista que tener en cuenta. 

Cuando nació mi pequeña y a pesar de que no acepté visitas de nadie porque no me sentía con fuerzas, vosotros eráis como mis padres y mis suegros, no podíais faltar, porque como ya he dicho mil veces, me calmabas. Porque decías con tanta seguridad que todo iba a salir bien, que te lo terminabas creyendo y al final ocurría así. Dabas fuerza y ánimos a todos, y sabías como tranquilizar también. 

No sabes cómo te voy a echar de menos y lo duro que se me está haciendo, a mí y a mis padres, no poder estar con los niños (hombres ya) y con mi prima en estas largas horas de duelo. 

Descansa, que has sido valiente, fuerte y hasta el final con humor y optimismo. Da muchos abrazos por allá arriba, que allá te están esperando unos ángeles que son los más hermosos del mundo y que te querían a rabiar. Y desde arriba cuida a esta familia que se queda desconsolada sin ti. Creo que lo sabías, pero.. te quiero. Te queremos muchísimo. Y como esta mierda de virus no me ha dejado despedirme de ti personalmente, lo hago a través de este escrito. 

Un beso enorme. 


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