Teníamos que estar en las instalaciones como 15 minutos antes de la hora estimada, y cuando llegó el momento, vinieron los monitores y se llevaros a los 20 niños para las cuadras, dejando a los padres en un sala con comida, sillas, y músiquita de fondo.
Yo me uní a los pequeños porque como sabéis me encanta la fotografía, y no quería dejar pasar la ocasión para inmortalizar esos momentos. Los monitores, la gran mayoría, pasaron un poco la mano conmigo, aunque hubo uno que fue un poco desagradable. Supongo que siguen las normas a rajatabla y yo no las estaba cumpliendo. Eso sí, yo jamás me interpongo en el trabajo de los demás, intenté estar apartada y escuchar atentamente, ya que es un mundo que me apasiona: El caballo.
Empezaron enseñándoles las normas básicas: no se corre, no se grita, y tienen que ir todos en grupo sin salirse de la fila.
Para quitarles el miedo, empezaron con el caballo más grande que tenían en las cuadras. Se quedaron impactados y dieron hasta un paso atrás. Pero la verdad es que es un buenazo que solo tiene tamaño. Eso sí, no se quedaron tranquilos hasta que no pasaron a Platero, el burrito, explicándoles la diferencia entre los dos animales. A este sí que lo acariciaron.
Cuando terminaron con hacerse con las cuadras, les mostraron cuales son los materiales necesarios para el aseo diario de los caballos, su nombre y forma de uso y después de toda esa teoría la pusieron en práctica cepillando a los caballos con raquetas, bruza y cepillo colocándose de forma adecuada y teniendo en cuenta las normas de seguridad.
En todo momento los monitores están pendiente de los animales y de los niños, de que no vayan a recibir una coz, un pisotón y por supuesto que los animales no se agobien ni se estresen. No en vano hablamos de niños de 4 años y menores. Cada 5 minutos iban cambiando a los caballos, unos por otros, pasando a los ponis y al burrito.
Una vez que los cepillaron, los dividieron en grupos: unos fueron a montar y otros a seguir cuidando a los caballos, lavándolos y secándolos.
Cuando volvieron a unirse, visitaron el granero y conocieron los diferentes alimentos que los caballos pueden tomar,los prepararon y se lo dieron a los caballos. En alguno de los casos se lo pusieron en el suelo por ser los caballos muy tragones, y a otros se lo dieron directamente porque eran tranquilos comiendo.
Pero se empaparon en los tipos de alimentación, cuales eran saludables, cuales eran como chuches... Y al mismo tiempo les enseñaron una cuadra por dentro: donde tienen el comedero, el bebedero, donde duermen.... Super completo.
Cuando terminó las dos horas de taller, volvimos a la sala donde merendaron, sopló las velas, jugaron, le dieron el regalito y para casa.
Mi ratona volvió exultante, contándome todo lo que habían hecho (como si yo no hubiera estado allí), recordando cada una de las cosas y contentísima porque había montado a caballo. Una experiencia para tenerla en cuenta para niños pequeños.
Qué buen cumple! Qué envidia!!!Se lo tuvieron que pasar genial.
ResponderEliminarBesotes!!!
En grande!! Y yo con una envidia que me superaba, jajajjaja. Gracias por pasarte.
EliminarUN besazo.
¡Un cumpleaños diferente y para pasarlo en grande! Espero que disfrutárais mucho. Un saludo. (Tus brazos, mi columpio)
ResponderEliminarDisfrutamos muchísimo, aunque yo me quedé con ganas de montar a caballo.
EliminarBesotes y gracias por pasarte.